¿Por qué la fotografía?

 Por: María del Pilar Rodríguez

Curadora de arte/Escritora

Twitter e Instagram: @mapyrosa

Con Ruven Afanador en Cartagena 
Enero 2022
El conocimiento, y en especial el autoconocimiento, se edifican a partir de las preguntas que la vida a diario nos plantea a través de distintas circunstancias, en mi caso personal, la más de las veces a la luz del diálogo con artistas, escritores y periodistas, y esta no es la excepción.

Hace unos días, almorzando con Ruven Afanador en Cartagena, él me preguntó: ¿Por qué la fotografía?, por supuesto, que mentiría si digo que es la primera vez que me lo preguntan, lo que sí es que esta vez caló muy, muy hondo… No solo por la fuente de la pregunta -toda una autoridad global en la materia- sino porque justo ando por estos días leyendo, o quizá más bien saboreando, página a página la biografía de Susan Sontag escrita por Benjamin Moser, y voy justo en la aparición de su mítica colección de ensayos Sobre la fotografía.

¿Por qué la fotografía?, es cierto que he dedicado un tiempo importante -nunca suficiente- al estudio de la fotografía como obra de arte, también se me ha dado el privilegio de entrevistar, investigar y conversar con varios fotógrafos -y siempre faltan muchos- ; hacer curadurías de libros y exposiciones, escribir sobre ellos y su obra… Pero todo ha sido movida por la intuición y la emoción que ello me produce, más allá de la reflexión a la que la pregunta de Ruven me aboca.

La fotografía está presente en mi labor como curadora desde muy temprano; mi tercera curaduría fue de fotografía, más exactamente de una colección del artista visual mexicano Cuauhtémoc Rodríguez, gracias a la sugerencia de Óscar Salamanca, pintor colombiano que compartía con él las aulas del doctorado en pintura de la Universidad de Barcelona, y por ello me abría la puerta a ese basto universo.

Mundo de la imagen que se expandió ante mis ojos luego con el trabajo de los argentinos Horacio Coppola y Facundo de Zuviría, y de ahí en un camino infinito que agradezco imagen a imagen.

Recorrido que a la fecha me permite tener claro que la fotografía es un arte joven, un arte que está escribiendo su historia. De hecho, si hacemos un paralelo con la historia de la pintura, podemos darnos cuenta que la fotografía hace menos de 80 años está viviendo su modernidad, cayendo en cuenta de su capacidad expresiva -más allá del mero registro-, explorando nuevos recursos y extrapolando sus herramientas, iniciando un florecimiento plástico que la pintura viene recorriendo hace miles de años, desde la pintura rupestre a nuestros días.

La fotografía está aún en la flor expansiva de la experimentación, el margen de sorpresa es más amplio. Lo que además sucede en un punto de la ultra difusión digital, multiplicando hasta el infinito las posibilidades de ver, pero además de palpar en tiempo real las reacciones o co-creaciones del público ante esta o aquella imagen.

¿Por qué la fotografía? Porque cada día es una especie de milagro, porque dos de los artistas que con su trabajo han renovado con mayor contundencia la escena de la plástica colombiana en el contexto museal internacional, en la última década, son justamente fotógrafos: Fernell Franco y Óscar Muñóz. Porque en materia de análisis estético de las propuestas fotográficas aún queda mucho por hacer, por reconocer, por exaltar.

Fenómenos estéticos y comunicacionales como la obra Nuestra Señora de la igüanas de Graciela Iturbide, la taxonomía humana que está elaborando hace unos años Oliviero Toscani, el universo mágico del trabajo de Eugenio Recuenco, la descarnada humanidad de Alberto García-Alix, la fuerza vital de Hernando Toro Botero, la amable poética de Abdu Eljaiek, el lúcido híbrido emocional y técnico de Efrén Isaza, la misión de memorabilía resiliente de Erika Diettes… Por supuesto sin olvidar la renuncia a las etiquetas segregadoras que he descubierto recientemente es el papel social y plástico máximo de la estética andrógina -carente de prejuicios- de la obra de Ruven Afanador.

El escenario es basto, a cada instante se dispara una imagen. Cada momento es una oportunidad de descubrir la capacidad de tocar el alma humana que tiene una fotografía -como me pasó hace unos años con la obra de Oscar Perfer siendo editora asociada de la Revista enfoque Visual-.  Momentum en el que se nos permite estar presentes en el crecimiento estético y desarrollo multisensorial del oficio fotográfico incluso como medio de crítica, denuncia, exaltación y/o señalamiento; como un portal a nuevos y necesarios, renovados diálogos para una humanidad que siempre necesita las respuestas que están más allá de las palabras. Un arte digno del tiempo en el que todo es posible, donde cualquier día nos despertaremos obnubilados con un nuevo Guernica, esta vez desde la fotografía. Lo que yo por cierto, espero con ansias.  

 

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