LOS PILATES: RESPIRAR PROFUNDO Y RETOMAR EL CONTROL


Por: María del Pilar Rodríguez 
*Curadora de arte / Periodista / Escritora 

Estoy haciendo pilates y aunque me parezca una extravagancia, lo acepto con la dignidad de lo elegido bajo el yugo de lo que hago realmente poco: seguir instrucciones.

Tras los días en que la pantalla del computador terminó convirtiéndose en la única conexión visual con otros individuos, la espalda comenzó a resentirse. Más tarde la rodilla derecha pasó a cobrar la falta de mis habituales caminatas. El cuerpo estaba diciendo algo y no podía seguir haciéndome la loca. Visité el ortopeda, él me envío a la fisioterapeuta y ella a la nutricionista y al entrenador físico, y todos de una u otra manera sugirieron como el complemento perfecto para este mejoramiento muscular: pilates.

¿Qué son pilates? Aún no lo tengo muy claro la verdad, de hecho, decidí eso de las clases más por averiguarlo que por otra cosa. Como es corriente en mí ¡la curiosidad manda! 

Fue así como terminé en manos de Maura, una joven mujer que se estira como si fuera de caucho, dueña de la dulzura de Blancanieves antes de conocer a la bruja, pero con la capacidad de ordenar de la bruja. Extraña mezcla que se me reveló como un muy buen camino para comprender aquello de los pilates que era tan milagroso para arreglar todas mis dolencias. 

Seguir órdenes junto con la coordinación corporal son mis dos dificultades más grandes ¡y ahí estaban las dos! Respiré profundo, y no porque quisiera, sino porque hasta eso lo exigen los dichosos pilates. Pagando por adelantado me obligué a esta disciplina semanal que traía dentro de sí un salto de garrocha mental. 

Había que empezar siendo consciente del más mínimo movimiento, sintiendo cada músculo, su fragilidad y su fuerza. Me tocó reconocer que hay una mitad del cuerpo que me funciona menos y que el teclear en el computador no asegura la fortaleza de las muñecas… 

Ver en el espejo a Maura y su ballet sobre las máquinas o con palos, cajas o balones parecía divertido hasta el momento en el que había que repetirlo. Asunto que emprendí más por dignidad que por convicción. ¡Buenas noticias! sobreviví a ello y ciertamente los dolores han ido desapareciendo… O sea que algo de magia si hay en el asunto.

Asumí que seguir aquellas directrices no era doblegarme si no imponerle a mi cuerpo los retos que he determinado exclusivamente para mi razón. ¡Cuán equivocada estaba! ¡El reto era justamente para la cabeza! 

Los pilates son tener el cerebro en contacto con cada fragmento de cuerpo, fluyendo con el oxígeno que lo habita. Todo un cúmulo de tareas que me dieron miedo, lo confieso, porque como todos huyo de lo que creo me puede producir dolor, pero la ausencia de duda en cada directriz de Maura le dio la confianza a la cobarde máquina musculoesquelética que habito. Sin embargo, frente a cada ejercicio me sigo preguntando ¿seré capaz? 

Y hasta ahora al parecer he sido capaz, sobre todo de sobreponerme a mis prejuicios frente ciertas rutinas y estilos de vida, caminando al paso de este nuevo reto que por momentos se me revela como un espejo de lo que es la cotidianidad humana actual; donde el miedo se filtra por debajo de la puerta del más seguro de los refugios y la ruleta rusa es la analogía para cualquier actividad. Un instante donde con toda la consciencia y los cuidados vale la pena detenerse tal cual en los pilates, así sea por un par de horas a la semana, regalándonos el privilegio de respirar profundo y retomar el control.

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