ONLY: otro rostro de la actual colombianidad

Tras el confinamiento total, fruto de la pandemia global, -imagino que como les sucedió a muchas personas alrededor del mundo-, mi vida quedó circunscrita a un puñado de cuadras a la redonda de casa.

Google hizo muy bien su trabajo y cuando le pregunté dónde podría comprar lencería de cama cerca, un nombre desconocido para mí apareció en pantalla. No me puse con remilgos. Era la primera vez que abrían el comercio en semanas y a mi me urgían unas fundas.

Las letras rojas como de cine antiguo iban a tono con las pesadas puertas de madera. El camino había sido tortuoso porque la poca gente que divisé respiraba textualmente angustia. Estaba cansada, pero había logrado encontrar el local, y eso ya era una victoria.

Traspasar el umbral fue como entrar en el seno de una máquina del tiempo. Me pude ver siendo niña de la mano de mi tía Oly, recorriendo los almacenes de telas en el centro de Barranquilla, donde enormes muebles mostraban pilas de colores y texturas de donde ella atinaba siempre a sacar como por arte de magia, un retazo de maravilla; que yo amaba porque con frecuencia me hacía vestiditos para mis muñecas con lo que quedaba tras sus costuras. Y, sí, además, no molestaba mucho en sus búsquedas textiles, me llevaba a comer un delicioso helado en la Heladería Americana, que con sus sillas metálicas y sus copas enormes era para mí el símil de una película.

Tras días de estar encerrada en casa y acribillada al segundo con mensajes de voz antes de cada llamada. Bajo el yugo de noticieros y redes sociales multiplicando el terror ante la pandemia. Ese instante de volver a mí niñez, fue como el abrazo que ahora estaba prohibido.

El conserje me dio la bienvenida y me indicó el protocolo de bioseguridad. Aunque usaba el tapabocas y atendía a la distancia indicada, me pareció que estaba contento. Pero pensé que era solo un rezago del recuerdo infantil. En semejante circunstancia... Ya nadie sonreía.

Caminé cada piso como quien explora un nuevo mundo, tratando de hallar lo que andaba buscando. Pero, como Alicia, igual y necesité guía. Una guía tan amable como no recordaba en comercio alguno, ni siquiera antes de la hecatombe Covid-19. Buscarme múltiples opciones no borraron la expresión de simpatía de la dependiente. Fue agradable, tomé lo que necesitaba y pensé que había tenido suerte.

Los pisos, de ese granito fundido donde amaba deslizarme cuando recién enceraban en casa de mi tía, tapiza todo el edificio, como otra forma de memoria. Testimonio fidedigno de este negocio que con más de 5 décadas de existencia, confirma: lo bueno, dura para siempre.

La empacadora verificó mi factura, pero no con la desconfianza de otros locales, si no para asegurarse de que no hubiese equívoco en la talla, el color o él modelo de lo que había comprado. Artículos, que no solo resultaron de una halagadora calidad, sino de un precio muy accesible, además de la impagable experiencia de hallar en los pródigos montones cualquier tesoro. 

Fue entonces cuando me descubrí buscando elementales escusas para volver, haciendo un inventario mental en casa de que podría hacerme falta de aquel lugar, porque, así como paré el consumo de noticias para no envenenarme el espíritu, me fijé el cometido de que cada salida debía proporcionarme una experiencia grata.

Imposibilitadas las diversiones colectivas consolidé la individual de ir a comprar una que otra bobada en un local donde el estado de ánimo positivo es ley, el pánico se queda en la puerta -igual que los gérmenes tras tanto desinfectar-. Un negocio en el que la gente trabaja con ganas, le ayuda a uno a encontrar las respuesta a casi cualquier requerimiento, reflejando una de las grandes cualidades nacionales: el espíritu incólume de la recursividad. Una forma bella forma de seguir adelante, tras crisis económicas, pandemias y todo lo demás. Con la cabeza en alto y un letrero enorme coronando el umbral: ONLY. Una cadena de almacenes, que, mientras muchos se detienen, se quejan, entristecen y flaquean, insisten en mostrar en cada jornada una experiencia amable: otro rostro de la actual colombianidad.

Comentarios

Entradas populares