Todos tenemos algo de un museo dentro y todo museo tiene dentro algo de nosotros


18 de mayo día de los museos, fecha perfecta para hacer claridad sobre la vital importancia actual del espacio museográfico.

Por: María del Pilar Rodríguez
Curadora de arte / Escritora

En medio del evento inaugural 
de la curaduría de la obra de Carlos Jacaminoy
en el Museo de Arte Moderno de Cartagena
Diciembre de 2006 
Pensar en los museos en la actualidad es para muchos simplemente un inventario de despidos, o una legión de dinosaurios destinados a morir en medio no solo de las circunstancias hijas del confinamiento por cuenta del COVID-19, si no sobre todo, porque a lo largo y ancho de las sociedades -en especial las latinoamericanas-, la mayoría de las personas no tiene una verdadera claridad acerca del importantísimo papel de los museos en el desarrollo de las sociedades, más allá del divertimento turístico al que muchos han asociado el concepto.

Simplificación del significado que se vuelve irresponsable, cuando esta permea declaraciones y artículos en los medios de comunicación, espacios considerados dueños de una gran capacidad de reflexión, que, con total desenfado, no solo desdeñan la valía y necesidad de la existencia de la figura del museo, sino que además caen en el cliché, tan demoledor como falso, de que la cultura se divide entre la que se produce en las calles y la que se exhibe en los museos.

Premisa que ya sabemos no es cierta, no solo por las particularidades del diálogo y flujo de información contemporánea entre estos dos escenarios de gestión, producción y comunicación cultural; si no porque desde siempre la cultura y la historia se han gestado en las calles, en los barrios, para luego ser protegida en su lugar de producción o transitar hacia los escenarios donde se le salvaguarda, para que siglos después nosotros podamos tener noticias del patrimonio humano más valioso: la forma de sentir.

Y no, esto no se trata de alimentar la diatriba entre los que están en pro y los que están en contra del espacio museográfico, por el contrario, es una invitación a reconocerlo no desde su estructura institucional, ni desde las formalidades que su condición de custodio infiere. Es una invitación a verlo desde su condición de comunicador del testimonio material de las emociones humanas. Pues amén de que sin duda la historia escrita nos ha narrado una buena parte de lo que ha sucedido en el trasegar de lo que conocemos como humanidad. Antes de la escritura, ya había unos miembros de nuestra especie contando su devenir, su forma de observar y de poner en valor este o aquel elemento, mediante la fijación de trazos pigmentados, cuya estética habla sin duda de que aún, con diez artefactos tecnológicos conectados vía Internet, en esencia seguimos siendo unos animales sensitivos, conectados entre nosotros por esa particular capacidad de expresar sentimientos por medio de recursos o gestos físicos claramente inteligibles.

Exposición antológica Camilo Calderón
Museo de Arte Moderno de Cartagena
Junio de 2017
Sí señores, aún en la era de la ultra digitalización, los espacios destinados a conservar y comunicar nuestro patrimonio artístico, histórico-científico -en el ámbito de lo material-, son tesoros que proteger. Pues es ahí donde con exactitud podemos reconocernos, estudiarnos, analizarnos y comprendernos desde la dimensión primigenia de nuestra consciencia, hasta procesos de compleja elaboración mental, cuya solidez y profundidad con toda certeza tienen mucho que revelarnos acerca de lo que hoy nos sucede, he incluso de lo que sucederá posteriormente… Mostrando la salida de laberintos que ya congéneres nuestros transitaron, porque lo esencial no cambia en el individuo, por más artilugios “vernianos” que adosemos a nuestra cotidianidad actual.

No conozco muchos museos físicamente, pero he hecho parte del engranaje de lo museográfico con suficiente determinación y por el tiempo pertinente para conocer su naturaleza viva y mutante, que nos depara siempre una oportunidad de descubrir y comprender. Porque la memoria que preserva cada sala, la historia tras cada objeto, el guion que se nos comparte no es un ladrillo que cargar, sino uno con que construir. Es una puerta que se nos ofrece a cuestionar, a re-observar, a reconsiderar nuestra visión y forma de proceder, en contraste o relación con las experiencias, propuestas, productos y experiencias estéticas de este y otro tiempo.

Mi historia como curadora de arte empieza justamente en un museo: al Museo Naval del Caribe en Cartagena, que, para entonces, (1999) a ratos prestaba sus salas para exposiciones de arte. Un cuartel enorme, que había sido hospital y hasta bodega de papel, cuyos muros infinitos y los ventanales que lo conectan con el mar caribe tras el baluarte de San Francisco Javier, se me impuso como un reto, uno que se me renueva en cada ingreso…

Exposición Cronicando Nelson Mandela Centro Gabo,
Curaduría enero 2020 Museo Naval del Caribe
Fotografía: Archivo Centro Gabo.
Cada vez que entro al Museo Naval del Caribe, con todas esas historias de barcos, piratas, naufragios y guerras ganadas, de la mano de su curador Gonzalo Zúñiga, logro verme en el espejo de nuestra fuerza nacional y hasta alcanzo a entender porque a García Márquez le pareció verosímil que Florentino Ariza contratara un jovencito para buscar el tesoro del Galeón San José y con esa mítica riqueza -hoy ya hallada- darle vida de reina a su amada Fermina Daza.


Historias tejidas entre la Calle San Juan de Dios y la Calle de la Ronda que me llevaron poco tiempo después al Museo de Arte Moderno de Cartagena, que con mas de 40 años de existencia, y ostentando como logo un grafismo de Alejandro Obregón, tras haber hecho no se cuantas curadurías, conferencias, visitas guiadas y conversatorios en sus entrañas, se me sigue haciendo infinito en cada visita. Porque no hay mejor manera de entender a Cartagena y de acercarse al tuétano del caribe que, navegar las obras de Grau, Obregón, Morales, Guerrero, Porras, Calderón, Barrios, Zúñiga y otra cantidad de creadores, exhibidos en contrapunto con grandes a escala mundial que a veces a gritos y a veces en discreto suspiro nos cuentan de que esta realmente hecha el alma humana.

Obra exhibida en el
Museo Histórico de Cartagena
Palacio de la Inquisición, en el marco de la
curaduría de muestra:
Gustavo Vélez Cartagena de Indias 2016
Fotografía: Archivo del artista.
Un camino de exploraciones y desarrollos profesionales que me han sumergido también en el viejo palacio de las desdichas coloniales, casona enorme y proverbial, que entre las historias de sufrimiento se ha abierto en generosidad total para intervenciones artísticas varias, donde el diálogo entre capítulos diestros y siniestros de nuestra historia, nos enseña a no repetir lo triste y exaltar lo plausible en amalgama estética que, en mi caso ha sido fotografía, escultura y pintura, en el Museo Histórico de Cartagena, Palacio de la Inquisición.

Instalación de Rafael Dussan en el Marco de la
muestra Presencias y Ausencias en el Santuario
San Pedro Claver, diciembre de 2015


















Inventario de espacios museográficos en Cartagena de Indias, donde no podría omitir el Santuario San Pedro Claver y su estructura de convento, donde la vida del Patrono de los Esclavos, se permite variadas comuniones con la historia y estética del caribe, la defensa de los derechos humanos y de cuando en cuando propuestas plásticas de importante valía, que en libertad de formatos y gozándome cada recoveco de tan increíble edificación, más de una vez he trabajado como curadora.



Una cadena de experiencias museográficas que
El Macondo de Leo Matiz, Claustro de La Merced
Enero de 2020
hoy me llenan el corazón soñando en nuevos espacios como el que configura la Universidad de Cartagena, en el Claustro de la Merced, a modo de espacio cultural, donde trabajamos con el Grupo Conservar una colección de orden museístico alrededor de la vida y obra de Gabriel García Márquez, que sin duda es una oportunidad para vernos en el espejo de la grandeza de nuestra raza y de paso creer en nuestra capacidad de hacer posible lo imposible.









Exposición Alta Estética Museo del Chicó Octubre  de 2018

Exploración histórica-estética que me ha llevado a otras latitudes sin duda, pero que transmito en estos párrafos desde las acepciones que mejor conozco, porque los creo ejemplos claros de lo que significa un museo, tal cual el Museo Parque que tanta creatividad me ha permitido: El Museo del Chicó, que dedicado a las artes y oficios, establece conversaciones técnico sensibles con el arte y el diseño, abriendo los sentidos a multiplicidad de gratas evocaciones entre el pasado y el presente estético.


En el Museo Nacional de Colombia haciendo registro fotográfico 
para proyecto editorial con la dinastía Eljaiek
Oda de expresivas posibilidades cuya mayor acepción se encuentra en el panóptico capitalino… El preservador mayúsculo de lo que somos como nación, el retrato material más exacto de las particularidades sensibles de los que nos reconocemos como colombianos. El portal sin duda más eficiente para poder dimensionarnos, antes del famoso “reinventarnos”. Su majestad el Museo Nacional de Colombia, que, en comunión con la Colección Banco de la República, son sin duda el breviario más valioso con el contamos como nación para entender realmente de que estamos hechos.

Trasegar investigativo y estético que también tiene para mí en el vecino Zipaquirá razones para la fe que le tengo al espacio museográfico, desde lo colosal hasta lo pequeño, como herramienta para consolidar el sentido de pertenencia, la lectura de lo social, el reconocimiento de la valía individual y colectiva y sobre todo, como puerta de superación y estímulo de la creatividad y el desarrollo de vocaciones tempranas, así como el disfrute de la sorpresa, al entender que cada día de nuestras vidas fue cocinado a fuego lento durante décadas, en otras vidas y otras determinaciones que nos hacen como sociedad e individuos lo que somos hoy.




Realizando una conferencia en el salón de actos del Museo de
Zipaquirá, Casa Museo Quevedo Zornoza, febrero de 2019

Directrices que son pertinentes a todos los museos como al Museo de Zipaquirá Casa Museo Quevedo Zornoza, que, en sus dos patios, con su colección de reliquias cotidianas y como vientre de la música del maestro Guillermo Quevedo Zornoza, me ha demostrado que un museo, cuando nos dejamos permear por su narrativa y disposiciones, no es más que un portal a otros mundos, a otras posibilidades, a otras realidades. Como me ha pasado con ese espacio, que de tanto verlo, descubrí como vientre de uno de los personajes de Gabriel García Márquez: Fernanda Del Carpio.

Un mundo de sensaciones que son solo posibles en entornos dedicados a la memoria material como la Casa Museo Gabriel García Márquez en Aracataca y la Casa Cultural de Sincé -cuyo sabor tengo pegado en el alma desde enero-. Escenarios, donde se exalta y se preserva nuestra memoria en el ámbito del lenguaje universal de la emoción, promoviendo sanos nacionalismos – de lo que es irrevocable ejemplo México- y abriendo espacios de reflexión y desarrollo intelectual y creativo -de lo cual Francia e Italia se constituyen en referentes sin par-. Eso, para no profundizar en casos excepcionales alrededor en lo global, que demuestran claramente: dime cuanto cuidas los museos que tienes y te diré que clase de país eres.

Oferta histórico-cultural al alcance del ciudadano que es parte de la declaratoria de los derechos fundamentales, a la luz de los derechos culturales; en tanto es parte del alimento de un eje fundamental de nuestra especie: la sensibilidad. Premisa que directoras como Claudia Hakim en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, o Darío Ortíz presidiendo el Museo de Arte del Tolima, tal cual La Tertulia en Cali y varias instituciones en Medellín, han entendido con afortunada lucidez.

Lista de razones y experiencias que me llevan hoy 18 de mayo de 2020, día de los museos, a recordarles a cada lector que una parte importante de lo que es hoy, he incluso de lo que será, así como una oportunidad de experimentar lo que no se logra explicar con palabras está a la espera en una sala cercana a su casa solo para confirmar una vez más que todos tenemos algo de un museo dentro y todo museo tiene dentro algo de nosotros.

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