BARRIO NELSON MANDELA DONDE CREER ES CREAR


POR: María del Pilar Rodríguez Saumet
Curadora de arte plástico y fotografía


Con los participantes de Cronicando Nelson Mandela
de Centro Gabo 2019 en las calles de su barrio
Metidos entre los embotellamientos citadinos, el pago de las cuentas, las eternas quejas políticas y de seguridad, entre los afanes del trabajo y otra cantidad de ideas más, la vida se nos va en desear lo que no ha sido, elucubrar con lo que será y por supuesto quejarnos de lo que es. Fundamentalmente porque hemos dejado de lado la capacidad de augurar lo mejor, de soñar despiertos, pero sobre todo de detenernos a mirar en nuestro alrededor todas las razones que existen aquí y ahora para agradecer, para exaltar con una sonrisa, para estar orgullosos: ¡para celebrar! Una habilidad, una certeza del positivo que 40 jóvenes de entre 11 y 16 años me han permitido experimentar en generosidad absoluta, con la franqueza de los auténticos soñadores, esos que emergen en medio de lo que para otros es carencia y que para ellos es -a través del lente de una cámara- una absoluta fiesta.

Hacer el ejercicio de buscar en internet información respecto al barrio Nelson Mandela de Cartagena, es exponerse a un abanico funesto de titulares donde lo negativo impera como una epidemia que desde la pantalla luce incurable. Sin embargo, si algo me ha legado este oficio de la curaduría es no hacerme juicios anticipados de ninguna propuesta y dejar que cada proyecto me sorprenda, actitud que me acompañó también en noviembre cuando el Centro Gabo me invitó a hacer parte del proyecto Cronicando 2019 en el proceso de socialización de los resultados del taller de reportería gráfica que bajo el liderazgo del periodista David Lara y el profesor Marcelo Franco había finalizado semanas atrás.

Llegaron los archivos y un primer paseo por ellos fue impactante. Los ví de nuevo, los volví a mirar y la sorpresa era la misma. Los colores fulgurantes, los encuadres siempre superiores y un esfuerzo notorio por evitar cualquier sombra -que los jóvenes asocian en sus primeros acercamientos a la producción fotográfica con oscuridad- daban al traste con cualquier juicio negativo, contradecían en un disparo todos los titulares adversos que la pantalla gritaba de su barrio, convirtiéndose en la prueba viva de la supervivencia de la dignidad y la alegría.

No pude contener la emoción, llamé a Iván Cárdenas y a Alejandro Mouthon de Centro Gabo y les solté una perorata loca explicando el valor emocional del resultado, esta socialización más que el final de un taller debía encontrar la forma de llegar a un público más grande, estos chicos y su forma de mirar conmueve profundamente ¡Y eso había que compartirlo con más volumen que el picó más reconocido del sector!

Fundación Tenaris, en cabeza de Mónica Estévez nos dio la bienvenida a un colegio local, a pocos pasos de los fotógrafos y fotógrafas. Una colección de rostros ansiosos de contarle al mundo su forma de ver, más allá de las pretensiones de quien quiere llamarse artista, desde la franca certeza que da expresar con honestidad rotunda las verdades del corazón.

Hacer una exhibición en el barrio que había permitido la intromisión de la cámara fotográfica en las más bellas acepciones de su cotidiano, era imperativo. 

Fundación Gabo y Fundación Tenaris dieron no solo su aprobación sino su apoyo irrestricto. Mientras en Bogotá Edgar Triana imprimía los banners para instalarlos en las calles, los creadores practicaban su discurso. Y si las fotos en pantalla eran emocionantes… Cuando estuvieron colgadas en las rejas, en gran tamaño y explicadas por sus autores; adquirieron un brillo que no se puede explicar con palabras.

Presupuestada para estar exhibida dos semanas, la muestra en las calles de Nelson Mandela completó dos meses intacta, cuidada como un tesoro por cada transeúnte, al tiempo que seguíamos con la idea de que un mensaje como ese era necesario compartirlo más allá de su origen. Fue así como tocando puertas se abrieron las del Museo Naval del Caribe para presentar las fotografías en el salón Mauricio Obregón desde el 30 de enero, justo en el inicio del Hay Festival.

Fuente: Archivo Centro Gabo
Fuente: Archivo Centro Gabo
Los jóvenes no lo sabían, entraron al museo bajo la excusa de una visita guiada y de conocer una muestra fotográfica. De pronto sus ojos se llenaron de destellos y la sonrisa les adquirió una textura de cuento de hadas, no daban crédito. El pecho les creció como si de un brinco Alicia los hubiera invitado a su país de maravillas. La muestra de 25 fotografías en formatos de 120 por 80 centímetros, con todas las especificaciones pertinentes a una muestra fotográfica profesional en sala, los volvía a reencontrar con aquel disparo que hicieron frente a: “Controlito”, “Canasto”, “La abuela de todos”, “El Tous”, “Primavera I”, y todos esos personajes, oficios y escenarios propios de su barrio.

Colección fotográfica que a quienes amamos a Cartagena de Indias nos hace sentir no solo orgullosos, si no que nos enseña a confiar en el futuro de nuestra sociedad, al confirmarnos que las nuevas generaciones de nuestra ciudad valoran su territorio, el trabajo de sus mayores, y en general todo lo bello y bueno que los circunda, extendiéndonos una invitación al acto más valioso de la vida: creer.


Fuente: Archivo Centro Gabo
Experiencia que desde mi labor como curadora de arte, me confirma que la reportería gráfica en muchas oportunidades logra transformarse en una forma de arte, al tocar el alma humana. En esta oportunidad, desde la refrescante inocencia de las primeras veces, de las vocaciones tempranas -de las que hablaba García Márquez-, desde lo que en el arte conocemos como “naif”, en resumen, bajo la tutela de lo que estos jóvenes creadores saben de sobra y dejan claro en cada uno de sus imágenes y en la huella que dejan en los espectadores: creer es crear.


Comentarios

  1. Que artículo tan cargado de objetividad en sus comentarios y de un mensaje social transformacional en el que todos debiésemos ser actores activos del cambio
    Felicitaciones

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