SOLO FIEL A MI MISMA...
Hace unas semanas, en el marco de
los días de feria de arte en Bogotá, tuve varios encuentros con gratos amigos
que tenía un buen tiempo sin ver, entre ellos -como no es raro- un par que a
fuerza de diferencia de edad y ante todo de cariño, me sometieron a un
interrogatorio de esos que lo dejan a uno haciendo un inventario vital
engorroso y complejo, experiencia que entre el ¿Qué estás haciendo? ¿Estás
bien? ¿Está todo en orden? ¿Te hace falta algo?, ha cocinado en mi cabeza las
reflexiones que les comparto en éstas líneas, porque he comprendido que a más
de uno le darán respuestas.
Yo fui formada en un colegio de
monjas -por lo menos el bachillerato- femenino, por cierto, y nuestra educación
aunque distaba de la idea de que fuéramos solo “mujeres de hogar”, si estaba
dispuesta para que fuéramos “exitosas”, definiendo éste término como: obtener
una carrera universitaria y todos los títulos que nos permitieran lograr un
puesto en una buena empresa, en paralelo a la construcción de un hogar, tener
hijos por supuesto y obviamente procurarnos una casa y envejecer con rumbo a
una pensión digna de aplausos financieros.
Y en favor de lo anterior debo
decir que recientemente he comprobado -gracias al azar de las redes sociales-
de que cumplieron su cometido, todas las ex compañeras de colegio que se han
contactado por los medios mencionados, son el espejo impecable de tan lúcido
plan. Retrato exquisito que ha venido a confirmar algo que ya desde las aulas
se venían cuajando, yo no encajo, no pertenezco al maravilloso y adorable plan
que para nosotras establecieron, y ya sé, ya sé que más de uno dirá que eso no
es raro en ésta época de la mente abierta y las libertades múltiples, pero les
cuento que sí, porque yo soy el plan b y cuando nos educaron ese plan no
existía, la opción sin horario, sin trabajo fijo, sin matrimonio temprano y sin
hijos a la vista, nunca fue planteada, porque resultaba tan remota la
posibilidad en una ciudad como Cartagena de indias, que nunca se creyó
necesario, lo que me arrojó a un simpático destino: inventarme mi propio plan.
¿A qué viene toda esta perorata?
Al rostro impávido de mis amigos, preocupados por mi ausencia de un trabajo estable,
de un horario de oficina o de un marido que me supla necesidades. A su
inocultable intranquilidad frente a lo que para ellos es la desventura
absoluta, aún por encima de mi sonrisa desparpajada -que ahora que lo pienso
seguro les pareció que era un gesto para disimular-
No daban crédito a mi “todo está
muy bien” “soy muy feliz” … Me observaron de cerca, vieron con asombro la
naturaleza de mi vestuario, inspeccionaron curiosos la copa de espumante que
tomaba en la sala VIP cuando llegaron, alabaron el diseño de mis gafas de sol -que
casualmente guardaba- y se sorprendieron cuando el creador de la cartera que
llevaba ese día, llegó orgulloso a aplaudir que la llevara para aquella fecha.
Sospechaban de tanta belleza sin
plan, a tanto presente feliz sin aparente mañana … ¿Cómo puede vivir bien una
persona que no tiene jefe, ni horarios, no tiene ojeras de cansancio y vive en
una alegría transversal a prueba de trancones en una ciudad como Bogotá?
La verdad, hasta ese día, como no
me había hecho tal pregunta, no conocía la respuesta… Pero su interés me llevó
a tratar de encontrarla, aquí sentada en mi residencia en el Chicó, mientras
pianísticas notas con las que adoro escribir, siguen enhebrando un día sin
agenda, de esos que amo, donde solo tengo como obligación: ninguna.
¿Sin ninguna obligación? ¡Sí!, yo
vivo sin obligaciones, porque a nada me obligan, porque me levanto cada mañana
a hacer lo que más amo en el mundo: investigar, escribir, dar conferencias y
hacer curadurías de arte; porque no tengo un trabajo, tengo decenas, pero
ninguno de ellos es una esclavitud o un lastre, es el tremendo placer de hacer
otro sueño realidad; porque a éstas alturas del partido ya no tengo ni jefes,
ni clientes, sino una pléyade de cómplices y amigos con quienes creamos y
creemos cada barbaridad… En una dinámica, donde además de pagarme por lo que
hago, poco tiempo nos queda para algo distinto que sentir el vértigo de hacer
realidad lo extravagante y luego celebrar que es realidad.
La libertad es para mí cosa
cotidiana, la gozo cada día en las largas caminatas que me permito desde que
tuve un accidente y caí en cuenta del gran privilegio que es caminar, no
entiendo de trancones porque decidí abstenerme de ellos evitando tener
automóvil y prefiero el transporte público y caminar por encima de todas las
cosas. Disfruto tanto el vino como el café y el té, aplaudo inmensamente a
todas las amigas que tienen hijos -considero la maternidad el asunto más serio
y el trabajo más importante en la humanidad- pero no me ha dado por ahí… Nunca
estoy realmente sola, pero un compañero público para ésta libertad, este
invento que es mi vida, aún no ha llegado y no tengo afán.
Ser feliz para mí no es un
futuro, no es lo que llegará cuando haga esto o aquello, cuando junte el dinero
para tal o cual cosa, es lo que pasa ahora, justo en éste momento, es la
sensación que me gobierna en éste justo instante cuando tecleo cada palabra,
mediante las cuales me siento orgullosa de tener por oficina mi casa, por sala
de conferencias el café de mi predilección, por centro de convenciones el
parque más cercano, y por meta mensual que cumplir 10.000 palabras de
artículos, textos curatoriales y una que otra carta de amor o desamor, para
mantener esta mano caliente al ritmo de las metas que cada día son más grandes.
Tengo días raros -como los
tenemos todos-, momentos en los que las cosas se enredan y me estreso -soy una
perfeccionista compleja a veces-, pero he aprendido que en la vida los
problemas son simplemente retos para crear nuevas respuestas y llegar a nuevas
formas de nosotros mismos, extraordinarias nuevas versiones de quienes somos.
En fin, bajo un renglón y un día
más, gracias a la amorosa preocupación de mis amigos, llegué a la fabulosa
conclusión de que soy una contestataria vital, he cometido la irreverencia más
grande de todas, no encajo en el molde, ni en ningún plan: soy solo fiel a mi
misma.
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