¿Por qué escribo?
Respuestas a una pregunta que me
han hecho tantas veces como líneas tiene mi existencia.
POR: María del Pilar Rodríguez
Curadora de artes visuales, escritora y periodista.
Twitter e Instagram: @mapyrosa
Escribo frente al mar y frente a la montaña, en medio del ruido de la gran ciudad o en la paz de campo... Un acto
que luce arcaico y desentonante cuando no es para llenar estados de Facebook y
establecer comunicaciones de Whats App, un oficio olvidado cuando no sea para
contar impertinencias o historias dantescas que nos despierten entre horrores
del letargo cotidiano, en medio de millones de medios de comunicación en tiempo real,
que paradójicamente nos hacen la generación humana hasta la fecha con mayores
problemas de comunicación y menos tiempo para cualquier cosa.
Veo como el sol dibuja en el cielo en libertad, espectador silente y omnipresente de salpicado por gotas de lluvia que tímidamente
intervienen el paisaje, como esas emociones que están ahí, dentro de uno, con
su insaciable goteo, pero que tenemos claro el día que quieran mostraran su
fuerza de tempestad.
¿Por qué escribo?, no he logrado
racionalizarlo aún, en resumen –de manera tan simple o profunda como se quiera
interpretar- porque es necesario, porque el alma y las manos lo necesitan, como
el alimento, o mejor, como el amor.
Eso es escribir para mí,
exactamente eso, un acto de amor conmigo misma, una voz para mis más profundos
motivos, un descanso para las ansiedades, la razón misma de mi existencia y
aunque escribo desde la infancia, solo hasta ahora comprendo que escribir es
para mí todas las salidas y todas las entradas, todas las preguntas así como
todas las respuestas.
Cada mañana – con muy contadas
excepciones- me ocupo de mi diario, de transcribir lo que pasa por mi cabeza y
en mi cotidianidad, que por cierto es normal que esté llena de decenas de
particulares narrativas… Son líneas a través de las cuales me observo, me re-
leo y hasta logro a veces llegar a cierto nivel de comprensión aérea de las
circunstancias y personas que me rodean; pero lo más importante que logra éste
ejercicio es que me libera, me libera del juicio que es el único obstáculo que
tiene la mente humana para crear instantáneamente cualquier cosa o experiencia…
Evocando a Rosa Montero, en últimas lo que esencialmente hace mi diario es:
“Domesticar a la loca de la casa”.
Escribir es el oficio que más
puertas me ha abierto en la vida y es lo que me ha salvado principalmente de mi
misma más de una vez… Ya he perdido la cuenta de cuantas cartas he escrito,
pero sin excepción las respuestas que han generado han sido lo más sabio,
valioso y beneficioso que me ha pasado siempre. Cuando llego al escenario de
enviar una carta en el ámbito de lo personal es cuando estoy dispuesta a asumir
cualquier respuesta –incluso el silencio- porque confío plenamente en el poder
de las letras que emana mi alma, y cualquier cosa que ellas generen es una
respuesta sagrada.
De hecho, con los años, la
ansiedad que me llenaba cuando escribía una carta y la enviaba ha cambiado,
ahora siento es una paz inmensa cuando la termino, siento que me libero en cada
letra y que cuando la entrego, el asunto en cuestión deja de ser mi asunto para
convertirse en tema de quién la recibe, lo que ciertamente me ha sanado más de
una herida y ha gestado más de una pertinente transformación recientemente.
Por otra parte, escribir ficción es un acto de otro calibre, es un reto en la medida de la disciplina
que exige –que es mi gran problema- de resto es sumergirse en la historia,
engancharse con el personaje y comenzar a tejer unos elementos con otros hasta
generar una estructura narrativa rítmicamente satisfactoria que por lo general
me sorprende. Los renglones me han enseñado que un buen personaje es aquel que
poco a poco abandona la voluntad del escritor y adquiere vida propia,
convirtiendo a quién escribe en su siervo más que en su autor.
Del otro lado de mi vida y de mi trabajo como curadora de artes visuales está el escribir textos curatoriales, lo que es en esencia enlazar, es como atar los dos extremos de una hermosa cinta, tratando de
hacerlo con el moño más bello y a la vez más fuerte que se pueda lograr entre
la obra y el público, es acariciar con palabras esa experiencia estética, es
abrir una puerta, iluminar el camino y llevar al espectador de la mano por un
cómodo sendero rumbo al corazón de la creación artística, es un intento de
hacer poesía con la poesía.
He escrito casi cualquier cosa,
recientemente por encargo de un amigo, hasta canciones. Lo único que no
recuerdo haber escrito a la fecha son recetas de cocina, pero ya tengo un amigo
chef que me ha sugerido esa posibilidad y con seguridad lo terminaré haciendo,
porque escribir es mi yugo -a lo Capote- y mi verdad.
Escribo columnas para ciertas
publicaciones, perfiles de personalidad, crónicas y reportajes, textos
comerciales y durante muchos años -como relacionista pública- boletines de
prensa. Editoriales de moda, poemas medio hechos y por supuesto cartas de amor.
Las letras bailando en la
pantalla o en el papel, arman la coreografía que teje párrafos, escenas,
mensajes y un abanico siempre en dilatación de oportunidades, mundos y
emociones; son la motivación máxima de mi existencia al mismo tiempo que el
mapa que dirige mi destino porque yo nací dos veces, el día que salí del
vientre de mi madre y el día que aprendí a conjugar palabras, porque a escribir,
todavía estoy aprendiendo…
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