El “Gabito” que me tocó a mí.


Apartes de mi historia con Gabriel García Márquez y su legado.

POR: MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ S.
Periodista, Escritora, Curadora de arte y GABITERA.


Fotografía tomada por Mauricio Vélez el 25 de Mayo de 2013

Sí, Gabito, no nobel, ni maestro, ni Gabriel, Gabito, el nieto de Papalelo y Mina, el sobrino de la tía Pa… Aún la gente me mira raro cuando me refiero de esa manera al gran escritor, pero la verdad es que después de lo vivido no tengo otra manera de llamarlo, aquí les va la historia…

Todo se lo debo a una metida de pata…

Supe de su existencia en la secundaria, en Cartagena de Indias, bajo la tutela de Minerva Recuero mi profesora de español, un personaje que hilaba las figuras narrativas con un preciosismo poético, en medio de una mezcla literaria que me enseñó que tal cual en la vida, en la literatura: ¡En la variedad está el placer!

Premisa que fue contradicha años despúes por mi profesor de redacción en mis primeros semestres de Comunicación Social y periodismo en la universidad, quién se obsesionó con mandarnos a leer la obra de nobel –como fuente única-, ante lo cual me revelé. Para mi resultaba inconcebible que pudiera formarme como periodista leyendo un solo autor. Senté mi más sentida queja, urdí una argumentación y con ello me gané el sobrenombre poco premonitorio de: “La anti Garcíamarquista”.

Por aquella época alternaba mis estudios en la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, siendo asistente de prensa en eventos en Cartagena, a los cuales siempre invitaba a una prima, que a su vez siempre iba con una de sus amigas. Una señora muy agradable de tez morena y sonrisa grácil que un buen día decidió en gratitud invitarme a su casa.

Llegué puntual a un edificio a pocas cuadras de mi casa materna en la heroica; me abrió un hombre de cabello blanco, ataviado con una dulzura de padre arrullador; quien muy deferentemente atendió mi visita,  mientras su esposa -quien me había hecho la invitación- se las apañaba en la cocina haciéndome un jugo que me había ofrecido. 

No recuerdo con exactitud cuanto tiempo duró aquella conversación, lo que si tengo fijo en  la memoria fue el instante en el que se adueñó de la conversación mi espíritu guerrero... Identifiqué una foto de la niña de la casa con Gabriel García Márquez en un portaretrato y una edición de Noticia de un secuestro sobre la mesa de centro de la sala, con un protagonismo "macondiano" que me resulto de todo, menos cómodo...

Al ver mi curiosidad por el libro en la mesa, el anfitrión me preguntó: ¿Te gusta la obra de García Márquez?, detonante de mi airado discurso en contra del escritor, que por fortuna fue zanjado a medio camino con sabor a jugo de zapote , alivianando  la conversación hasta el momento de la despedida, cuando sucedió lo inesperado: quien había soportado toda mi alaraca en contra del escritor más encumbrado de mi país, con una sonrisa me extendió la mano y me soltó su nombre completo: Jaime García Márquez.

Semanas después -cuando aún el balde de agua fría en mi cabeza no se secaba- me encontré en un supermercado a la señora, quién coronó mi avergonzada expresión con una deliciosa risa caribe, disculpándose por no haberme contado que estaba casada con el hermano del escritor y asegurando entre risas: “Tranquila, si a Jaime le caíste lo más de bien, pásate por la casa cuando quieras, él siempre está en la terraza los viernes como a las seis de la tarde”.

El reencuentro estaba escrito: el dichoso profesor de redacción: Anuar Saad -un turco de ojos saltones que tenía la ironía como tono de voz promedio y una pluma apunta de la cual se había ganado mi respeto-, dijo: “Vayan a una librería que allá no muerden, compren un libro de un latinoamericano que acabe de salir y me traen un análisis escrito para la próxima clase.”

Entré a la librería, empujé la puerta, tropecé una exhibición y algo se disparó hacia mi cabeza y cayó a mis pies: un libro gordo rojiblanco con la cara de un niñito espantado en la portada que decía: “Vivir para contarla”. Violento episodio que me indicó que debía leerlo, por supuesto, con el ánimo de seguir alimentando mi teoría "anti Garcíamarquista".

Pero aquellas páginas torcieron mis planes... ¡Y de que manera! Regresé a Cartagena  y a penas si medié palabra con mi madre, salí corriendo con el destino claro a pocas cuadras… Jaime García Márquez abrió la puerta, no lo saludé y haciendo gala de mi “prudencia”, empuñando el libro, le dije: “Te tengo noticias… ¡Tú hermano al fin aprendió a escribir!”. Se echó a reír y me invitó a sentarme mientras escuchaba las razones de mi nuevo amor literario, hasta que sonó el teléfono...

-        Ya vengo Pili, debo contestar en la otra habitación, aquí en la sala no hay extensión.


Yo estaba muy entretenida mirando el mar cuando la voz de Jaime me soltó encima la lápida:

-        Era Gabito, te manda a decir que tienes toda la razón, que al fin aprendió a escribir.

Y así en contra de todos los pronósticos, mi imprudencia estuvo de nuevo de mi lado. De ahí en adelante Jaime y yo tejimos una amistad hecha de cafés, whiskys y tertulias familiares... Acercados por una distancia compartida con el escritor frente al culto de la personalidad. 

Fue así como gracias a la generosa voz del conocido al interior de la familia como: "el hermano sánduche", me enamoré de la tribu García Márquez, una prole repleta de dulzura, de magia, pero sobre todo con una característica particular: todos, sin excepción, saben echar tan bien un cuento que cualquier episodio de la cotidianidad llega a envolverlo a uno como si estuviera viendo la mejor obra cinematográfica. Tradición verbal conocida como "Rincón Guapo", en el marco del cual  se comparten historias de  generación en generación, repitiendo uno los cuentos del otro hasta que no se sabe de quién son. Todo esto atravesado por un absoluto respeto a los mayores y su lugar siempre de privilegio. Un mundo donde me enseñaron que detrás del nobel había un hombre – que jamás dejó de ser niño- llamado: Gabito.

Rechacé una invitación y a cambio me regaló un libro:

¡No quería conocer Gabriel García Márquez!. Sí, leyeron bien, no quería conocerlo, despúes de escuchar tanto cuento, a quién realmente quería conocer era a  Gabito, un hombre caribe, de humor pristino con la imaginación mejor reputada del planeta, lejos del aplauso y el protocolo... Yo quería verlo sonreír, soltar una impertinencia de esas legendarias y poder sentir el hálito del niño de Papalelo, embrujado por rosas amarillas y su carácter de amuleto emblemático.

Y  fiel a éste deseo, dije que no la primera vez que me invitaron a la casa del nobel, invitación generosamente extendida por Jaime García, como parte de una decena de intelectuales, periodistas y toda una fauna silvestre que evitaría que pudiera acercarme al personaje que realmente quería conocer. Por ello rcehacé la invitación a ese almuerzo, pero eso sí, con la cara lavada de las imprudentes, le llevé a Jaime un ejemplar nuevo de “Vivir para contarla” y le pedí que aprovechara la ocasión  para que su hermano dibujara para mi una de esas famosas flores suyas en el ejemplar.

Tiempo después Jaime me hizo ir a su oficina y  me extendió un paquete diciéndome: -Ahí te mandaron. En vez de Vivir para contarla recibí El amor en los tiempos del cólera.

-Muchas gracias Jaime pero Gabito se equivocó de libro.

No tengo idea como contuvo las ganas de ahorcarme, simplemente tomó aliento y me dijo:

-        Tú no tienes arreglo, el libro te lo compro él para que leas uno que todavía no te guste.

Leí la dedicatoria al lado de la flor: “Para Pili una flor más allá” una dedicatoria que solo logré entender con los años, como una puerta que se me abría a su mundo mágico...

La primera vez que lo ví se nos olvidó invitarlo:


Con Jaime García Márquez en la inauguración de la exposición.
En el 2006 nos inventamos con Jaime una exposición en el Museo de Arte Moderno de Cartagena (MAMC), titulada: "Gabito en imágenes". Una recopilación de fotografías de la vida de Gabito que nos enviaron desde Brasil la hija de Jorge Amado, desde Barranquilla Heriberto Fiorillo, desde Bogotá Gustavo Ramírez y Manuel Pedraza desde el mismo Cartagena. Exposición que causó gran alboroto en la ciudad porque se presumía que Gabito iría, teniendo en cuenta que estaba en Cartagena, su legendaria amistad con la directora del museo y estando su hermano de por medio.  La inauguración estuvo a reventar pero Gabito no llegó.

Sucedió lo increíble, al día siguiente al ver el registro en el periódico Gabito llamó a su hermano Jaime a preguntarle por qué no lo habían invitado. Sí, nadie lo invitó, Jaime porque pensó que la señora Yolanda –directora del museo- le diría y ésta por lo mismo pero al contrario.

Gabito llegó entónces al Museo de Arte Moderno de Cartagena al día siguiente a ver su propia exposición, hasta que una horda de fanáticos extranjeros al notar su presencia en el museo bloqueó su paso entre fotos y empujones, obligándonos a sacarlo por una puerta alterna, haciendo de nuestro primer encuentro uno más bien fugaz.

Y así, entre anécdotas macondianas por el estilo, poco a poco hice parte de mi vida los dichos de la tribu García Márquez… “Hombre que manda en su casa con seguridad es marica”, “tiene tan poca voluntad que anda con la esterita debajo del brazo”, “tienes el corazón más parcelado que el antiguo INCORA”y... "Lo mejor es lo que pasa."

¡Que escriba la que dice que yo no sé escribir!


Con Gabito en la entrega del guión Ruta Macondo Magdalena
en el 2009 en Cartagena de Indias

“Te espero mañana en mi oficina” dijo la voz del hermano sánduche. Llegué, tomé asiento, saludé a los presentes y Jaime dijo: -Ella es Pili, a lo que las dos mujeres sentadas en el lugar asintieron con una certeza de la que yo desconocía el origen.

Eran inicios del 2009 las damas venían de Santa Marta, eran Sandra Rubiano y Alba Ruth Fernández de Castro, las dos gladiadoras de la gerencia de proyectos de la Gobernación del Magdalena que a sangre y fuego estaban logrando sacar adelante el sueño de La Ruta de Macondo capítulo Magdalena.

Lo que recuerdo después de eso, fueron un sin número de correos y trámites que trajeron como resultado que el Fondo de Promoción Turística de Colombia me contratara  para hacer la investigación y el guión turístico de la Ruta de Macondo Capítulo Magdalena. 

¿Por qué?, porque según dijo Jaime, Gabito y él determinaron que la más indicada era Pili, la escritora que decía que él no sabía escribir. Por aquello de evitar "el culto a la personalidad".

Duré casi un año de ida y regreso a Aracataca y consultando con Jaime cada enredo que se me armaba en la cabeza por las diversas versiones que Gabito daba de su propia historia en distintas entrevistas a lo largo de su vida, confusión a la que Jaime le dio santa sepultura el día que me dijo: “Gabito te manda a decir que si él ha vivido toda la vida de inventar tú porque carajo no ¡qué pongas lo que te de la gana!”

El amigo que más me quiere…

Dedicatoria en mi copia del guion de:
 la Ruta de Macondo Capítulo Magdalena

Investigación y guión que le entregué a Gabito y Doña Mercedes el 22 Diciembre de 2009 en Cartagena de Indias, en presencia de Jaime Abello (director y cofundador de Fundación Gabo) y todo el equipo de la Gobernación del Magdalena. 

Y carente de prudencia, siendo la última en intervenir en el evento, tras varios discursos donde no bajaban al escritor de "maestro, nobel, etc", yo tomé mi lugar y luego de saludar, en el podio expresé:

- Aquí con el perdón de doña Mercedes yo no le voy a decir maestro, porque no van a pretender que despúes de haber pasado todo un año hurgándole la vida le diga así, para mí él es Gabito, el nieto de Papalelo y Mina, el sobrino de la tía Pa.

La reacción de Gabito no se hizo esperar, se quitó los lentes y me dijo con sonriente curiosidad, como un reto a mi cabeza:

- ¿Cómo se llamaba la tía Pa?

Contesté instantáneamente:

-Elvira Carrillo, página 81 del documento que tiene en frente.

El sonrió, y yo entendí esa sonrisa como una autorización para continuar con mi presentación que finalicé como unos cuarenta minutos después, tras los cuales Gabito se sonrió nuevamente y me pidió que me acercara. Lo hice inmediatamente y una vez estuve a su lado -montada en unos tacones de todos los centímetros- me miró con curiosidad y dijo:

- Y yo esperando que te bajes ¡Y no te bajas!

Me reí y me acurruqué al lado de su silla, ante lo cual me dio un beso en la mejilla y expresó:

 -A mí me gustó

Luego, bajo la anuencia de doña Mercedes me firmó mi copia del guión con las siguientes palabras: “Para María del Pilar Rodríguez, el amigo que más la quiere. Gabo” 

Con el guión abrazado y feliz, terminé aquel episodio, pensando que nada mejor me podría suceder con el escritor y su mundo, sin sospechar siquiera que a éste cuento le faltaba más de un capítulo aún...

El último encuentro: un retrato histórico.

En casa de Gabito en Mayo de 2013 con Mauricio Vélez
Corría Mayo de 2013, llevaba más de un año apoyando al fotógrafo Mauricio Vélez –como curadora- del libro marca país “Retratos de Sociedad” –recopilación de retratos de personalidades colombianas-. La fecha de impresión se acercaba y la respuesta frente al sueño del fotógrafo -durante 20 años infructuoso- de hacerle un retrato a Gabito  seguía teniendo la misma respuesta: No.

Siendo yo la comisionada de menos "aristrocacia y poder" para tal fin, algo me decía que podría lograrlo. Decidí elevar la petición a una de mis mayores cómplices en el mundo de las artes, y además insigne miembro del círculo más cercano de doña Mercedes: Yolanda Pupo de Mogollón.

Último retrato fotográfico artístico tomado a Gabito.
Tomado por Mauricio Vélez el 25 de Mayo de 2013
Y así, como ha hecho milagros para mantener en pie el MAMC durante más de 40 años, logró lo que parecía imposible: el 25 de Mayo a las 11 de la mañana, armada de 24 rosas amarillas entré con Mauricio Vélez a la casa de Gabito en Cartagena y presencié el instante mágico en que éste fotógrafo logró inmortalizar su ternura infinita. Imagen que terminó siendo la portada del libro y además -sin yo saberlo- el escenario para dejar testimonio gráfico de una simpática conversación que sostuve con el nieto de Papalelo, la que deseé desde aquellos días, años atrás, en las que su familia me enseñó a querer al hombre dulce detrás de las letras, Gabito, simplemente: Gabito.

Macondo vuelve a mi:


Fotografía tomada por Mauricio Vélez 
Semanas después el Vice ministerio de Turismo del país determinó retomar el proyecto Ruta de Macondo, me llamó la entonces viceministra de turismo Tatyana Orozco y tras los consabidos papeleos -por los días del cumpleaños de Gabito de este año-, inicié la tarea de hacer la investigación y el guión de la Ruta de Macondo Zipaquirá, Bogotá, Barranquilla y Cartagena. Labor en medio de la que estaba cuando fue público su deceso en ciudad de México.

Los medios de todo el mundo hablaban de su vida y de su obra, mientras yo a penas digería la responsabilidad que me caía encima. Seguí leyendo, investigando y escribiendo durante un año, con una pausa de un par de semanas -causa de un accidente de tránsito que tuve- hasta el 24 de Diciembre de 2014 cuando en las oficinas de FONTUR en Bogotá, entregué el último guión de ésta etapa del proyecto, al tiempo que el presidente sancionaba la Ley de honores al escritor. Instante en el que nuevamente  volví a pensar que este sería el verdadero final de mi historia con Macondo, pero nuevamente estaba muy equivocada...

De investigadora a profesora macondiana...

Grado, primera promoción diplomado "Rutas Macondianas,
el realismo de lo mágico" en el Colegio Mayor de Bolívar,
Cartagena de Indias, Octubre de 2015
Iniciaba el 2015, cuando una amiga de Cartagena,  me puso en contacto con Carmen Alvarado Utria, rectora del Colegio Mayor de Bolívar para que la apoyara en el desarrollo de un proyecto de ruta turística en Cartagena. Nos tomamos un café y  de ahí salió la idea de crear una herramienta lúdica de formación en la vida y obra de Gabriel García Márquez, para la explotación de ese conocimiento por parte de guías turísticos y bibliotecarios, en cumplimiento de la Ley recién nacida y como una utopía que digna de Macondo.

Tal cual como las mariposas amarillas que perseguían a Mauricio Babilonia, el día que Carmen me llamó -antes de finalizar Abril- para comunicarme que el diplomado "Rutas Macondianas, El Realismo de lo Mágico" era un hecho, comprendí que los capítulos de esta historia se tornaban infinitos y que más valía que me acostumbrara a ser como me dicen ahora en Aracataca: "Una mujer Macondiana".

En Octubre del 2015 graduamos nuestra primera promoción de "Gabiteros", estrenándome como catedrática y coordinadora académica, al tiempo que García Márquez y este mundo mágico se volvió tema central de mi agenda como conferencista -antes solo llena de temas de arte plástico-. Oficio que me ha llevado de lugar en lugar, pasando por la Cancillería, la Escuela diplomática colombiana y más allá.


Macondo se expande en mi vida


Conversación con la Señora Mercedes Barcha en su
residencia de Cartagena el 7 de Junio de 2016.
Fotografía tomada por César Álvarez

Macondo es un estado del alma, eso lo sé no solo porque así me enseñó a verlo "la prole" -como le decía Gabito a sus hermanos- si no por la experiencia, que es cada día más mágica...

En el 2016 tuve un fantástico encuentro con doña Mercedes en su residencia de Cartagena, donde amén de conocer nuevos datos, logré su beneplácito para instalar el retrato de las rosas amarillas hecho a Gabito por Mauricio Vélez en ese mismo lugar, en exhibición permanente en el Claustro de La Merced en Cartagena -donde reposan las cenizas del escritor y desde el 2021 también las de ella-.

Un camino que en el 2022 y gracias a Fundación Gabo me permitió el privilegio de hacer el Guion Conceptual de lo que será Casa Gabo en la residencia del escritor en Cartagena de Inidas, investigación que me llevó a Ciudad de México donde nació la idea en la que hoy con el apoyo de Jaime Abello, Gonzalo y Rodrigo García Barcha trabajo: Ruta Gabo CDMX.

¿Qué más vendrá? No lo sé, lo que si se, es que sea el camino que sea que tenga escrito el universo para éste idilio que tengo con Macondo, por cliché que suene seguirá siendo una experiencia de realismo mágico.

Comentarios

Entradas populares