El poder de la poesía
Por: María del Pilar Rodríguez
Obras de Luz Ángela Caldas, James K. Baxter, Walter Azula y Federico Diaz - Granados |
La poesía es una combinación de palabras al servicio del objetivo máximo del arte: tocar la sensibilidad humana. Es prima de las matemáticas en su exactitud, hermana de la buena pintura, siempre obligada a la frescura del boceto. Prima de la fotografía artística al gestar atmósferas. E indispensable como un abrazo para mantener medianamente sana el alma.
No soy docta en poetas y poetizas pero procuro
tener siempre cerca un puñado de versos: para celebrar los días luminosos, pero
sobre todo para iluminar los obscuros. Transitando desde los poetas mayores,
encabezados para mí por Neruda y Lorca, pasando por uno de mis remansos
estimulantes favoritos: Agua planetaria de Luz Ángela Caldas.
Trasegar de los sentidos que me ha conmovido en
muchas voces, como la de El Jesús Maorí de James K. Baxter, traducido por Caleb
Harris, me ha devuelto las certezas del camino a manos de Walter Azula y su
Perdimos el cielo, para recientemente normalizar fantasmas y sorprenderme en sonrisa
mediante el Adiós a Lenin de Federico Diaz-Granados.
Relación con la danza más sensible de las
palabras que, el pasado 5 de septiembre volví a recordar en la biblioteca Los
Fundadores del Gimnasio Moderno, donde Fernando Quiroz, Ramón Cote Baraibar Y
Gonzalo Mallarino Flórez, moderados por Camilo Hoyos, hablaron de Álvaro Mutis,
su vida y obra. A quien debo confesar conozco más como novelista y símbolo de
la auténtica amistad que como poeta, frente a lo que esta conversación me
generó interesantes inquietudes, incluso desde una valiosa infidencia…
“En cada línea que escribo trato siempre, con
mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato
de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de
adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la
muerte.”
Y no es que piense que esta confesión tenga algo
de incorrecta, por el contrario, si así fue, letra a letra ese texto y en
particular la cita anterior, cumple con el sublime papel de retratar la
sinergia increíble entre dos seres cuya amistad es tan ejemplificante como sus
obras respectivamente. El lazo entre Mutis y García Márquez tiene tantas
aristas como anécdotas, con la valía entrañable -evocando al mismo Mutis en
esta palabra- de ser a prueba de egos y cimentada firmemente en la poesía; como
el discurso citado lo confirma.
Poesía que gestó esta amistad y protegió a
García Márquez incluso en los días de mayor complejidad: en los fríos de
Zipaquirá bajo el amparo de los Piedracelistas y de Cecilia González Pizano, y en
los momentos sin techo de Cartagena de Indias en 1949, donde la Familia Franco
Múnera le dio hospedaje y comida. Gesto simbólicamente compensado cada noche
por el joven Cataquero declamando algo de la poesía del Siglo de Oro Español.
La poesía puede parecer un suntuario pasado de
moda para las mentes inmediatistas del hoy, y quizá sea una de las tantas razones
porque abundan más las tristezas y ansiedades, pues la poesía es un analgésico para
los dolores del corazón y más de una vez hilo de Ariadna en los laberintos del espíritu.
Recomiendo la poesía para
cimentar amistades, refrescar el pensamiento, estimular la creatividad, seducir a
quien se ama, y hasta para conseguir techo y comida, porque no hay hambre más
profunda y necesaria que la de saciar que la del alma.
La poesía tiene sabores, colores y olores; hay
quienes la consideran hasta alucinógena. Una adicción benévola, cocinada en el
caldero incandescente de un puñado de bendecidos(as) esclavos(as) de la palabra.
*Si quiere escuchar este conversatorio, está
disponible en el Podcast Paredro de Camilo Hoyos.
Trabajos citados
Márquez, G. G. (10 de Diciembre de 1982). Nobel Prize.
Obtenido de nobelprize.org:
https://www.nobelprize.org/prizes/literature/1982/marquez/speech/
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