La amable subversión de ser lector

Por: María del Pilar Rodríguez

@mapyrosa

 


Inseguridad y desconfianza son dos de las sensaciones más frecuentes en las urbes de estos tiempos, como si cada persona cercana implicara un potencial peligro. Sin embargo, existen excepciones a esas siniestras “reglas” …  Hay lugares donde la ansiedad citadina encuentra una pausa, y la agresividad defensiva regular se torna en una amabilidad cómoda, honesta…

Personas que le encargan su bolso al desconocido de la silla de al lado mientras van al baño, filas incorruptibles donde nadie adelanta a nadie, gente que se apiña en las bancas para darle espacio al que acaba de llegar. Entornos donde la confianza se da por sentada, donde las barreras sociales se disuelven con una facilidad casi mágica, y la conversación fluye con una naturalidad inusual.

¿Qué lugar es este? Más que un espacio específico es un tipo de ambiente recurrente en los eventos que agrupan personas alrededor de la lectura: conversatorios, eventos en librerías, recitales, entre otros. Una particular naturaleza de la que caí en cuenta (tras asistir a muchos eventos de este tipo) en el lanzamiento del más reciente libro de Juan Gabriel Vásquez en la Biblioteca Los Fundadores del Gimnasio Moderno, el pasado jueves 13 de febrero; cuando Alejandra Jaramillo -entrevistadora del escritor- se refirió a la ficción literaria, como un lugar compartido entre los lectores, una especie de fantasía colectiva, que desarrolla una variedad de interesantes dinámicas. ¡He ahí la clave! ¡O por lo menos una de ellas!

La lectura es un espacio que nos hace cómplice de otro adepto al mismo tema; concediéndonos el acceso a una forma de habitar el mundo, y por tanto, unos nexos con otros transeúntes de ese universo. Pues, aunque un libro es distinto para cada uno; hay unas claves de referencia y gusto que fabrican una especie de cofradía no pactada, invisible, que trae como una de sus favorables consecuencias, la grata sensación que emanan la mayoría de los eventos desarrollados alrededor de los libros. En especial los de ficción: que, exacerban la sensación de ser parte de una vida paralela, reservada para un puñado de leyentes.

No es que los lectores sean mejores personas por el simple hecho de leer, pero sí que la lectura les brinda herramientas para construir relaciones con espectros de visión más amplios. Cada lectura es un viaje y ello infiere el reconocimiento de otras formas de habitar el mundo; en contraste con una realidad cada vez más llevada hacia la polarización.

Ya decía Marie Curie: "Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido", y una de las formas de comprender la realidad, más allá de lo obvio, es justamente la lectura. Y por ello quizá, los negados a ello, muestran una mayor tendencia a ser víctimas de la parálisis por miedo, a pensamientos y expresiones totalizantes.

Lo anterior, por supuesto, aplicado solo a la lectura que se hace por placer, con ganas de sumergirse en las palabras como el hilo de Ariadna que nos llevarán a una nueva visión, o a confirmar la propia. Porque nada que se haga por obligación dará los frutos emocionales invaluables, al lado de los prácticos; y la lectura no es por supuesto la excepción.

Ya sea por los múltiples medios digitales -incluidas las fabulosas opciones gratuitas que ofrecen las Bibliotecas del Banco de la República para sus suscriptores-, o para quienes como yo siguen disfrutando la bibliosmia -olor de los libros-…  Leer, y aún escuchar audiolibros con frecuencia, audacia y en dirección a lo que sea que nos sea agradable; tiene un montón de ventajas, entre ellas el desarrollo de la imaginación, la creatividad y si queremos verlo desde el punto de vista productivo: la innovación.  

En un mundo donde la oferta es tan infinita como los temas, la lectura es una dinámica no solo formativa, informativa y recreativa; sino hasta fórmula de consuelo en los momentos más retadores. Pues vasta a veces, solo una ojeada a la biografía de algún héroe, para darnos cuenta de que nuestros problemas son superables. Dinámica en la que por supuesto no se puede dejar de lado lo que ha motivado estas líneas: la grata sensación de participar de ese diálogo amable y cercano, con esos muchos otros que saben la multiplicidad de posibilidades y escenarios que hay en una buena página.

Leer, entre la infinidad de herramientas que compiten por nuestra atención, es un acto irreverente, casi insurrecto, como el mismo hecho de confiarle tus posesiones a tú vecino de asiento, del que la única referencia que tienes es que, es capaz igual que tú de pasar por encima de la lluvia y el trancón para sentarse a escuchar a un escritor, y reafirmar el poder y el placer de la amable subversión de ser lector.

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