Umberto Giangrandi: lúcida estética vital
Fotografía: Archivo Galería Alonso Garcés Bogotá |
“Te pertenezco porque me asomas a la
muerte.”
Luz Ángela Caldas
El
hombre le gana el eterno juego de escondite a la muerte gracias al arte. Testimonio
y creación de la mayor particularidad de nuestra especie: la emoción. Asunto
que Umberto Giangrandi confirma desde hace más de 50 años con una obra
artística que es compromiso y pasión humanista. Nacido
en la Toscana italiana en plena segunda guerra mundial, creció en la primavera emotiva
de la postguerra, con días tejidos entre la zozobra de lo vivido y el sueño de
los nuevos posibles. Su ladina curiosidad fue amamantada por un arte moderno que
cumplía de la manera más elocuente su papel de medio de comunicación universal
al servicio de la historia, esa que ya había evidenciado en el holocausto sus
más crueles fallas. El
color del caribe, tras aquella primera visión de la costa cartagenera al descender
del Giuseppe Verdi el 4 de enero de 1966, fijó en sus pupilas doradas un
impacto cromático que en adelante se volvió directriz superior de su paleta,
que más allá del presumible Fauvé, se avocó al contraste como columna y la
frescura de la eterna sorpresa como imperativo. Remiso
tanto del ejército como de la tradición italiana, Giangrandi es un artista que
tiene como bandera la libertad y el compromiso con lo que ama: su familia, sus
amigos, las mujeres y esta Colombia que hizo suya por vocación. Diestro
dibujante, visceral pintor, fotógrafo-intimista y el más importante referente
de la obra gráfica en Colombia. Formado en el Instituto Passaglia de Lucca y la
Academia de San Marcos de Firenze, sus planteamientos estéticos son una
prestidigitación de escenas en las que formula un diálogo con el espectador
cuerpo a cuerpo, forjando un particular relacionamiento entre el paisaje, los
personajes y los objetos, al servicio del paradigma ético Giangrandi, que es
tan particular como su forma misma de ver el mundo. Cree
en la igualdad como derrotero para una sociedad más digna, es enemigo de la
violencia, defiende la amistad como bastión sagrado, el amor es su estandarte y
la pasión su motor. Es tan afecto a los compromisos profesionales y familiares
como amante de la liberación del diálogo de piel, cree en el tener solo si es
posible compartirlo: desde la mesa hasta el aula. Es dueño de un carácter tan
luciferino como tierno, el “Itañol” es su lengua, y Bogotá el laboratorio de su
alma. Eterno
indagador vital, es un observador incisivo que ha desarrollado su obra entre lo
marginal, lo sensual y lo político; movido por una necesidad de cautivar los
sentidos y la consciencia con sus escenarios que son cuerpo, narrativa y
denuncia, en un contrapunteo de su responsabilidad como activista y su
consciencia poética. Cofundador
del taller Cuatro Rojo, hace parte de la punta de lanza del uso de la pieza
gráfica como herramienta de acción política en América Latina. Más que
profesor, maestro. Desde la academia ha nutrido las venas del arte nacional con
directrices técnicas, máximas estéticas y el papel de la auténtica convicción
en el arte. Desarrollando sinergias que le permiten enseñar y a la vez oxigenar
su propia propuesta, que ha viajado entre el dibujo, la pintura, el collage, el
ensamble, la obra gráfica y la fotografía; en décadas de halagador malabarismo
plástico. Premiada,
exaltada, coleccionada… La obra de Umberto Giangrandi ha confirmado ya su gran
valía de cara a la posteridad, sin embargo, solo en el dejarse seducir por el
infidente y a veces vociferante tono de sus piezas, es donde se puede
comprender la dimensión de su propuesta en el término de lo social, pero sobre
todo en lo humano, en una seductora lúdica de delicadeza lacerante que se
vuelve experiencia en el órgano más extenso y erógeno: la piel. Sí,
tal cual la obra del Giacometti que tanto admira, la obra de Giangrandi se
siente esencialmente en la piel. Lo que no es una serendipia, la seducción es recurso
vertebral y consciente en su obra. Logrando con ello que sus ideas viajen a
través de nuestros cuerpos; consolidando en la psiquis del lector-cocreador los
cuatro momentos que la gran obra de arte debe tener: impacto para lograr la
atención, motivo para alertar la mente, reflexión para generar conocimiento y
permanencia para ganarse su lugar en la historia. Taller,
obra, vida… El universo Giangrandi es la oportunidad de habitar el mundo de lo
privado en lo público, del inquilinato en el museo, de lo estridente en lo
cauto, de la sensualidad en lo casto. Flor de armonías simbólicas y acrobacias
plásticas que se nutren de una mirada que engulle la realidad, la inconfundible
mirada Giangrandi, la misma que de papel a lienzo nos permite ser partícipes-testigos
de su lúcida estética vital. |
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