CARLOS JACANAMIJOY: Un reencuentro con la reinvención


POR: María del Pilar Rodríguez
Curadora de arte plástico y fotografía
Twitter e Instagram: @mapyrosa

Conocí la obra de Carlos Jacanamijoy en una exposición colectiva en Bogotá a principios del año 2007. En mis pupilas explotaron sus colores como un presagio, como me llegan la mayoría de las ideas que he hecho realidad en la vida: como un objetivo urgente. Aún por encima de los vientos en contra que, por esos días, ahora que lo pienso, no eran pocos…

Yo pisaba a penas los 26, Jacanamijoy vivía en Nueva York y por los pasillos del arte nacional se hablaba de que conseguir una exposición suya no era cosa fácil, y si a eso se le sumaba que mi propuesta curatorial apuntaba en dirección a la entonces no tan rutilante Cartagena de Indias, mis pretensiones estaban bastante cerca a lo muy complicado.

Traigo a colación toda esta historia, acerca de cómo hice la gestión y curaduría de la exposición individual de Carlos Jacanamijoy en Cartagena, porque fue precisamente ese vívido recuerdo el que se hizo presente mientras subía Macarena arriba hacia la inauguración de su exposición individual en la Galería Alonso Garcés, casi una década después de aquel marzo en que llegué de visita a la Galería Mundo, a darle las gracias personalmente a Carlos Salas por la bella diagramación que habían logrado con mi artículo sobre Enrique Grau en la edición del mismo artista.

Al entrar, las pinceladas que semanas atrás me habían cautivado volvieron en una serigrafía cercana al recibidor, me la quedé mirando a lo que Salas me preguntó por mi interés, no lo pensé mucho y le solté de una la impetuosa y juvenil pregunta: ¿Cómo se hace para hacer una exposición de él?

Salas con la dulce generosidad que ante mis ojos mejor lo retrata, de inmediato se puso a hacer las gestiones que serían una aceptación personal de Jacanamijoy más un collar de placenteras visitas a su taller que dieron como resultado a “Encuentro”, exposición individual que curé en las salas republicanas del Museo de Arte Moderno de Cartagena entre diciembre de 2007 y febrero de 2008.

Exposición particularmente memorable en éstos 17 años de andar entre la gestión cultural y la curaduría, porque además de los esfuerzos propios de una muestra como esa, trajo consigo amistades que me enorgullece conservar hasta hoy como la de Nadín Ospina y su familia, que en medio de los últimos actos de aquella utopía juvenil fueron más que protectores, al lado de mis maestros: Willy Caballero, Camilo Calderón y Umberto Giangrandi, además de un sin número de cómplices entre los que se ganaron galardón al apoyo: Yolanda Pupo de Mogollón, Olga Lucía Amaya, Isabela Santodomingo y León Tovar.

Meses de observar y analizar la obra del pintor indígena que me permitieron además de largas conversaciones, ser testigo de una migración cromática del imperativo azul y verde de sus pinturas inmediatamente anteriores, a unos brillantes violetas que eran a mi modo de ver ya no una perspectiva de la selva, sino una mirada al mundo desde la selva.
Desde entonces, he seguido la producción de Jacanamijoy a través de las muestras que ha venido haciendo en Bogotá y las piezas que me he tropezado en el caminar por las galerías capitalinas. Propuestas frente a las cuales guardé un respetuoso silencio, porque no había encontrado obras actuales que llevaran mi emoción más lejos de lo que lo habían logrado en aquella experiencia del 2007. Con contadas excepciones como un puñado que disfruté en su reciente retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Aunque debo confesarlo, me quedaba faltando una gota para superar aquella euforia juvenil de antaño…

Siempre pensé que se trataba de ese síndrome del que hablaba García Márquez de que la memoria termina enalteciendo los recuerdos gratos y por ello el silencio fue mi mejor aliado hasta éste sábado 24 de septiembre 2016 cuando entré a la exposición en la galería Alonso Garcés.

Debo decir que logró cautivarme, conquistó mis sentidos de nuevo con la tinta china sobre papel. La frescura del boceto en contrapunto con el asertividad de quién el pincel domina, tendieron un aire fresco sobre mis recuerdos y me enfrentaron a una razón para celebrar: Jacanamijoy asume con valiente lucidez uno de los más complejos retos cuando como él, se ha gozado del aplauso del mercado desde telas tempranas: La reinvención.

Con una textura acuática, el hombre citadino mira la naturaleza con la nostalgia del recuerdo infantil. Estas piezas grises emanan una particular personalidad, que en un juego híper moderno plantean polípticos que invitan al juego, a una placentera navegación multi sensorial.

Respecto a la pintura, disfruté la transición cromática donde los grises cobran un contundente protagonismo que ya se atisbaban en “Espanto” y “Un “Insignificante” plato de arroz” en su retrospectiva del MAMBO, se expanden en la propuesta al unísono de la presencia de dibujos que entran a participar como una crónica onírica contemporánea, entre los que el piano que hizo protagonista de su reciente video auto biográfico, en combinación con su simbología atávica tradicional, terminada en un dripping que en algunas piezas genera una interesante sensación de velocidad y en otras no resulta del todo afortunado, nos dejan claro una cartografía de un Jacanamijoy que se renueva.

Una muestra individual que en general me llena de alegría, porque soy una devota de la técnica pictórica, conozco bastante de cerca el enorme esfuerzo que implica la reinvención, admiro la bravía determinación del artista y por ello me permito extenderle un honesto aplauso a su compromiso con su propia producción y con su público, en el sentir de los cuales es donde finalmente la obra se culmina.




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