Barranquilla procera e inmortal: al reencuentro con su destino artístico
Estoy
en Barranquilla, aun con los ojos cerrados lo sabría. Aquí la altisonancia de las
voces es la misma que reconozco en mi garganta. Hace calor, el calor finamente
dulcificado de este singular vértice entre río y mar. El suelo arde, tal cual
los subibaja del parque El Suri Salcedo de mi infancia donde aprendí a brincar.
Tengo casi una década de no vivir en Barranquilla, pero no dejare de ser jamás
barranquillera, aunque solo hoy siento que he regresado a la tierra que decidió
llamarme su hija…
¿Por qué?, he retornado en variadas ocasiones en los años recientes y siempre me iba con un sin sabor en la boca. No reconocía la ciudad. Veía con tristeza como este territorio que tanta gloria le ha dado a las artes nacionales pasaba sin remedio de ser punta de lanza a la franca ignominia, y todo, ante el silencio cómplice de los líderes políticos, industriales y sociales, si es que un líder contemporáneo puede considerarse como tal, al mismo tiempo que desprecia la importancia de las expresiones artísticas, desconociendo entre otras que los derechos culturales aparecen en la declaratoria de los derechos humanos, y no precisamente porque sean asunto menor…
Un
silencio de Biblioteca Meira del Mar cerrada, la anunciada nueva sede del Museo
de Arte Moderno en eterno y gris preludio, obras artísticas públicas en franco
deterioro, teatro municipal quien sabe para cuando, y lo peor: una conversación
generalizada más llamada a la fruslería que al contenido, una normalización de
la ligereza de concepto, una transversalidad de la franca fatuidad.
Aviso de Libraq 2019 |
Cada vez que venía me iba más rápido y más triste. Y aunque este terruño me ha dado familia y los más valiosos amigos, observar a la misma ciudad de aluvión que inspiró a García Márquez, Norman Mejía, Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio, Figurita, Elida Lara, Meira del Mar, Sonia Osorio, entre muchos otros; convertida en banquete de lo insulso, privilegiando lo industrial y lo comercial por encima de lo sensible y artístico, como si la cultura estética y la expresión artística fuera una vieja peste ante la cual la mayor parte se había vacunado. ¡Eran escenas dantescas! ¿A dónde fue la ilusión del caribe blanco-azul?
Volví, movida por aquel adagio popular que reza: “la esperanza
es lo último que se pierde”, y un gesto anónimo de estupefacción y pesar ante el
estado del mosaico Tierra, Mar, Aire de Alejandro Obregón me recordó que quien
fue no deja de ser, y que la savia joven del árbol nacional tiene aún en sus
venas la humanidad curiosa, la apertura atenta que en otro tiempo nos dio la
gloria en las artes y las letras, como diría un mecánico: el problema no es de
motor, si no de combustible.
Seguí
mi agenda de encuentros con amigos y con familia, pero esta vez fue distinto. El
silencio de otros días se convirtió en preguntas, en ideas, en propuestas.
Entre empresarios, líderes culturales, directivos de entidades, estudiantes,
educadores y otros más, cada uno me soltó su preocupación por lo artístico, por
la creación humana que toca el alma humana, aún sin yo preguntar. Y de un
momento a otro me pareció estar en presencia del renacer, de ese primer brote
que indica que es posible que esté cerca la primavera.
Y
caminé el paseo Bolívar y pude sentir que le que gritaban Trapo loco a García
Márquez, que Obregón daba un alarido porque le tumbaban la pintura con la que
trabajaba uno de sus murales, Juana lucía su cabello de oro por la mitad de la
calle, mientras la brisa parecía ir al compás de la Fantasía Orquestal de Pedro
Biava, navegué el éxtasis de la memoria, la fantasía y la realidad para la que
Barranquilla en su edad dorada nunca tuvo fronteras, lo que confío vuelva a
suceder.
El
escenario es sin duda complejo, pero estas voluntades, son para mí el mejor de
los presagios, y espero que no sean un espejismo para dulcificarle la visita a una
barranquillera dedicada a la cultura, que se quiere sentir orgullosa no solo
del pasado si no del presente y el futuro artístico de la ciudad donde nació.
Es
el momento de recordarle a nuestras almas de que están hechas, hacer
consciencia de las pasadas - eternas glorias y construir las del futuro en
pintura, literatura, danza, teatro y este mar de expresiones que es el
combustible idóneo para recordarle a la historia que aquí se pinto Violencia,
nació El Sindicato y se inspiraron varios de los episodios que en letras y
música glorifica el mundo entero quizá sin saber que vienen de un territorio de
libres, de una ciudad que retomará su destino artístico, haciendo gala de
procera e inmortal.
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