ACEPTAR EL CAMBIO: Un camino a favor de la felicidad.

El cambio… ¡Cuánto miedo nos han enseñado a tenerle al cambio!, sí, nos lo han enseñado ¿o no han visto cuanto tiempo emplearon nuestros padres en enseñarnos los procedimientos “correctos”, “seguros” y “bien vistos”? 

Enseñanzas en las que muy seguramente no hubo mala intención, nuestros progenitores con certeza lo hicieron creyendo que era lo mejor, como lo creyeron sus padres y los padres de ellos muy seguramente.

Temor al cambio que ha sido alimentado día a día sobre todo por el mercado de consumo, para garantizar que ese pánico haga que compremos desde cremas “anti envejecimiento” hasta seguros de toda índole, pasando por un abanico de objetos y servicios que calmen la ansiedad de que algo de lo que consideramos “bueno” o “bello”, cambie.

Circunstancia que nos mantiene en un estado de estrés que es por demás insulso… Porque realmente -y aunque nos lo queramos negar de todas las formas-, el cambio es ineludible y permanente, de hecho, está demostrado científicamente que físicamente lo que somos cuando nos acostamos, no es lo mismo que somos al levantarnos… Nuestras células a la luz de sus procesos naturales se transforman y muchas de las cosas que consumimos y hacemos cada día igual suman o restan en esas transformaciones, pero de que hay cambio, hay cambio.

Eso, sin contar con el terreno de lo emocional, lo espiritual y lo intelectual… ¡A cada instante cambiamos! Aprendemos algo, dejamos algo, conocemos algo, comprendemos otra cosa, dialogamos con otras personas, adquirimos nuevas habilidades o incluso descubrimos alguna que no sabíamos tener.

Y, sin embargo, a pesar de todo lo anterior, seguimos temiendo al cambio y pasamos gran parte de nuestros días pensando en cómo detener un posible cambio de lo que consideramos una zona de confort. Es tanto lo que comúnmente se le teme al cambio, que muchas veces no logramos ver las oportunidades de mejorar, crecer y disfrutar que nos ofrece ensayar algo nuevo, en mucho, porque el mercado de consumo nos enseña a ver “el riesgo” más que “el beneficio”, simplemente porque el miedo vende más que la paz. Si estas satisfecho con quién eres, con los cambios que puedan venir, no “necesitas” nada, solo eliges cosas o experiencias; porque tal cual, como el amor verdadero, obedece solo a una elección honesta y en libertad, no a una necesidad, toda decisión que tomemos debe obedecer a lo mismo para que estemos en tranquilidad.

No soy precisamente una aventurera, las alturas no son lo mío, tampoco los deportes extremos y no me atraen las experiencias paranormales, pero la vida me ha enseñado a disfrutar la mayoría de los cambios cotidianos, tanto así, que una de las cosas que más disfruto de ser mujer es precisamente todas las herramientas y licencias que tenemos para transformarnos de un día a otro por arte del maquillaje, de un nuevo corte, un nuevo color de cabello o una nueva indumentaria. He mantenido durante mucho tiempo cierto tipo de apariencia, pero también he hecho cambios radicales y la relación con mi cuerpo es una que construyo y alimento cada día, desde hace unos pocos años cuando me atropelló un taxi, dándome la oportunidad de valorar mi cuerpo e iniciar un diálogo con él, sus necesidades, fortalezas y fragilidades.

He vivido la vida un poco al contrario, cuando fui adolescente y mis compañeras de clase se ocupaban de aprender a bailar, de ir a la fiesta, del estudio fotográfico de los 15 años, del maquillaje y hacer ejercicio; yo leía a Freud, escuchaba música de los años 70 y estudiaba pintura; entre otras actividades de orden más intelectual que otra cosa… Ahora, cuando ellas se casan, cuidan de sus bebes y se dedican a sus trabajos… Yo voy de fiesta, entreno en el parque, salgo con los amigos, galanteo, conozco gente nueva y no respondo ni a horario o fecha en el calendario, además de que he aprendido a dejarme fotografiar con alguna frecuencia, aunque no tanto como mis amigos fotógrafos (as) sugieren…

Y no, no está mal, cada quién asume un camino con el orden que bien prefiere para su historia vital. Lo que convierte el asunto del cambio en un conflicto, es el no aceptarlo, el no aceptar que hay otra manera de ver y hacer las cosas, y que ésta no es mala porque es desconocida, que es  simplemente una posibilidad que nos podríamos dar la oportunidad de explorar, entre otras porque es de ahí, de explorar el cambio, de revisar otra forma de hacer las cosas -distinta a la propia, a la que nos han enseñado o a la que el mercado manda- donde se halla la oportunidad de un descubrimiento, de un negocio, pero ante todo una oportunidad de estar aún más felices.

Un asunto que opera desde la apariencia… Nos hablamos tan feo a nosotras mismas, nos criticamos tanto el cuerpo, la cara, el cabello, que en el espejo terminamos viendo el reflejo de un monstruo, porque eso es lo que nos ha enseñado el mercado, que no somos perfectas, que siempre nos hace falta el centavo para el peso, que siempre es poco…

¿Y qué pasaría si cambiamos el método? Y ¿Si no nos fijamos en todos esos “defectos” que requieren de un artilugio del mercado para “resolverse”? ¿Y si nos centramos en todas esas características bellas que tenemos naturalmente y que ningún producto lograría hacer? Seguramente la manera como nos vemos en el espejo, como consumimos y como abordamos la vida cambiaría de una manera substancial. ¿Por qué? Porque dejaríamos de pelear con los cambios que el tiempo genera, con eso que tenemos que no se parece a lo de alguien más, porque en el momento en que dejamos de pelear con la diferencia, con lo que cambia, nos relajamos y nos permitimos redescubrirnos y entender que los años le da una fuerza a nuestra mirada, una seguridad a nuestros pasos que son más atractivos que muchas curvas adolescentes… Comprenderíamos que la belleza se construye y tiene mucho de la convicción que nos habita de ser bellas que solo se consigue con los años, esos mismos que nos han enseñado que nos luce mejor, cual es la mejor manera de exaltar aquello que nos hace especiales en éste mundo que se mata por uniformarnos en función del consumo masivo, desmedido y si nos dejamos, hasta obsesivo.

El cambio es eterno, a cada instante algo cambia y eso no significa catástrofe, significa renovación, opciones… Posibilidades. Nada permanece invariado, todo cambia y en aceptar esos cambios y en disfrutarlo, está la clave de todas las relaciones: las laborales, las de amistad y las de amor, porque cada día somos un poco distintos y por ello cada día es una oportunidad fantástica para confirmar que somos la persona correcta, haciendo lo correcto a favor de la felicidad.




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